La meta vs el proceso ¿Cuál es más importante?
- Vero Canto Martínez

- 13 feb 2022
- 3 Min. de lectura
Desde pequeños nos han enseñado que “si no duele, no sirve”, que hay que hacer “sacrificios” para alcanzar el éxito y que todos esos dolores, cansancios y dificultades son totalmente necesarios para poder llegar a nuestras metas.
A su vez, nos han dicho “al mal paso, darle prisa” y que mientras más duro te esfuerces probablemente llegarás más rápido a tu meta, lo que significará que alcanzaste el éxito... y el éxito es sinónimo de felicidad. ¿No?
¿Será que el corredor sufre cada paso durante esos 10km y el único placer que obtiene durante el recorrido es el llegar a su meta, y el éxito es lo que experimenta únicamente cuando le entregan su medalla?

Bajo este ejemplo, las horas de entrenamiento, despertar temprano para entrenar, comer saludable y hacer rutinas de estiramientos es parte del proceso tedioso/doloroso al que está obligado a pasar porque su disciplina se lo exige, porque su medio de vida se lo impone.
Al verlo desde esta perspectiva nos presenta un escenario blanco y negro, en donde el camino es negro y la meta blanca.
Cuando cambiamos la perspectiva de las cosas y la ampliamos, descubrimos que el mundo no es blanco o negro, sino que existe una gama de colores por la cual recorrer. Así es como también puede ser el proceso para alcanzar una meta.
Si a la rutina diaria le sonreímos y descubrimos las pequeñas diferencias que hace diferente un día entre otro, el proceso empieza a ser disfrutable y la meta se ve cómo otro punto en el camino y no la única fuente de placer y gozo.

Los pequeños detalles, las dificultades resueltas, los retos que incluso cuestan un poco más de trabajo, la “buena suerte” de un día fácil o un paso palpable hacia la meta puede ser igual o más placentero que la meta o el “éxito” mismo.
Incluso, mirar y vivir el proceso desde esta perspectiva hace que el éxito sea menos efímero, en lugar de un punto fijo en el tablero de juego, resulta una aventura divertida que incluso permite flexibilidad en concebir la meta.
¿Qué sucedería si ya que “sufrí” el proceso, la meta no es lo que esperaba/deseaba? Posiblemente sentirse decepcionado o frustrado sea lo primero que surja. Pero, si el proceso ha sido una aventura y en todo el camino te has llevado gratos momentos, entonces el resultado puede volverse una parte más del proceso, de esas partes de las que se aprenden y poder cambiar el rumbo, sin necesariamente sentirse molesto, frustrado o decepcionado.

Inténtalo, busca una meta o desempolva una. Y proponte el disfrutar cada paso que te lleve hacia ella. Buena, excelente, no tan buena o catastrófica. Cada paso puede ser una aventura y cada aprendizaje te puede llevar a descubrir algo nuevo sobre ti o tus capacidades.
¡Cuéntale a alguien sobre esto! Enséñale al más pequeño de tu familia o grupo, que todo lo que tiene que hacer en el día a día puede ser de disfrute personal, incluso lo más tedioso u obligatorio. La tarea, el trabajo, el ejercicio de rutina, la comida y hasta limpiar
La música, el arte, las risas y tu creatividad para encontrar una nueva forma de hacer ESO, son tus mejores aliados. Disfruta tus procesos, crea nuevos y descubre que tus metas son solo una pequeña parte del éxito y de la vida.
¡Felices procesos!




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